15 dic. 2006

TORTURA EN LOS ESTADOS UNIDOS

A finales del mes pasado, el detenido John Allen Muhammad, se rehusaba a someterse a un examen medico que no había sido ordenado por el tribunal y sobre el cual no había podido discutir con su abogado. Frente a su negativa de cooperar, los guardias activaron su cinturón de constricción enviando una descarga eléctrica de 50 mil voltios en todo su organismo.
Recurrir a este cinturón de constricciones en tales circunstancias es ilegal, pero no tiene nada de excepcional. Considerado como violación a los derechos humanos, estos dispositivos han sido objeto de una condena internacional. Las autoridades locales y el Congreso deberían imponer nuevas consignas con respecto a su uso, por defecto a su prohibición pura y simple.
A 800 dólares la unidad, estos cinturones son, por así decir, la ultima moda en el universo del sistema penitenciario, para el ministerio publico o para el guardián de la cárcel que conoce su profesión.
Este sistema, que funciona con pilas, está atado al nivel de la cintura del detenido. El guardia tiene en mano un control remoto muy simple por el cual puede enviar una descarga de 50 mil a 70 mil voltios durante 8 segundos en el organismo del detenido, lo que provoca la perdida instantánea del control muscular y la incapacidad de moverse. Bajo el choque, la mayoría de las personas orinan o defecan y algunos pueden ser victimas de arritmia cardiaca mortal. La debilidad muscular y la parálisis son síntomas que duran entre 30 y 45 minutos. En la ultima primavera, policías locales de Wisconsin quisieron demostrar a los medios de comunicación el carácter inofensivo de estos cinturones enviando una descarga eléctrica a uno de sus colegas. El choque de 5 segundos le valió una estadía en el hospital después de haberse herido al caerse en el suelo.
El recurso cada vez más frecuente de estos dispositivos en los Estados Unidos a hecho nacer la inquietud de algunos de nuestros más próximos aliados en el plano internacional. Amnesty International los clasifica en la categoría de equipamiento de tortura y los describe como "crueles, inhumanos y degradantes". La Comisión de las Naciones Unidas contra la Tortura igualmente protestó, señalando que los cinturones de constricciones constituyen potencialmente una violación de las Convenciones de Ginebra.
A pesar de estas objeciones, los cinturones son utilizados en 30 cárceles de Estado y en todos los tribunales federales. Para los prisioneros, tienen el mismo efecto que una matraca eléctrica puntiaguda dirigida contra su cráneo. En todo momento, el guardia puede apretar una tecla o botón y transformarlos en débiles y postrados. De hecho, la capacidad del cinturón para humillar el portador es mencionada como gran ventaja en el prospecto de presentación de un fabricante.
Roy Hollaway, de Las Vegas, acusado de homicidio, estaba en un momento critico de su proceso, cuando el fiscal, con el dedo dirigido hacia él, preguntaba al jurado: ¿"Hasta que punto la violencia hace parte integrante de este hombre?" Como para ilustrar su propósito, el cinturón incapacitante de Hollaway fue activado y recibió una descarga de 50 mil voltios. Bajo la mirada del jurado, se desvaneció con espuma en la boca y convulsiones.
La amenaza perpetua de un choque intencional o accidental ha empujado a ciertos tribunales a limitar o prohibir el uso de éste dentro su edificio.
En los Estados Unidos, un detenido no puede ser objeto de violencia por haber rehusado someterse a un examen medico. No hay ninguna diferencia entre este incidente y pasar a golpearlo. Sin embargo, estas golpizas son raramente tratados como crímenes. En junio 1998, la juez Joan Cassani, del Tribunal de gran instancia de Long Beach, ordenó a un guardia activar el cinturón de un acusado, sin embargo una comisión de investigación de la magistratura rechazo sancionar a la juez, que sigue presidiendo en California.
El uso de estos cinturones debería estar prohibido en los tribunales y en todas las circunstancias de naturaleza correccional, salvo los mas graves. Al menos, este asunto prueba que es necesario de imponer nuevas restricciones, así como una formación para los guardias, los cuales deberían ser perseguidos cada vez que se libran al uso excesivo de la fuerza.