11 ago. 2007

¿SON LAS FARC TERRORISTAS?


Por: Allende La Paz
A pesar de los intentos del régimen narco-paramilitar de Álvaro Uribe Vélez para restarle credibilidad a las FARC, la organización insurgente colombiana cada día que pasa gana más respetabilidad y receptividad en amplios espacios de lo que se ha dado en llamar la comunidad internacional y ni qué decir a nivel nacional. Ello ha sido más que evidente en lo que Alfonso López Michelsen llama la crisis de la crisis, es decir, la reciente y terrible muerte de los 11 diputados del Valle del Cauca, caídos por el 'fuego cruzado' entre las FARC y un grupo militar no identificado, pero que todo apunta hacia grupos altamente especializados de las fuerzas militares con asesores estadounidenses, que tienen la pretensión de rescatar a los prisioneros en poder de las FARC, que es lo mismo que matarlos en esos intentos. La opinión internacional recibió el anuncio del Comando Conjunto de Occidente de las FARC como una muestra de seriedad de la organización guerrillera colombiana y le dio la credibilidad que ameritaba tal noticia. Por ello el pronunciamiento de la Presidenta de Francia y la Cancillería de ese país no pudo ser más clara: Francia manifestó su oposición total a la orden de rescate militar. Así de esa manera, nada diplomática claro, pero necesaria en ese momento. La condena a las operaciones militares de rescate fue la nota predominante en las publicaciones internacionales. Todas reclamaban que la culpabilidad recaía en el presidente colombiano. Ya lo han dicho otros analistas de diferentes medios.

Casi en cinco años Uribe Vélez no han hecho más que profundizar la guerra en Colombia y anegar los campos y ciudades colombianas con sangre inocente. Sus alaridos declarando la guerra a las FARC son ya hechos consuetudinarios. Es un lugar común en las emisiones diarias que los diferentes medios de comunicación en Colombia los estridentes llamados a los generales para que rescaten a los prisioneros en poder de las FARC. No hay escenario en que no lo haga. En Cali salió con la letanía del rescate militar. En Buenaventura ordenó el rescate de Ingrid Betancourt. ¿Por qué lo hacía en el Valle? Posteriormente el Comando Conjunto de Occidente de las FARC-EP señalaba en comunicado que todos los días se producían combates en la zona. El operativo militar que se desarrolla en el Valle, Cauca y Nariño es casi igual al que se desarrolla con el Plan Patriota en el sur oriente del país. Son diarias ya las estridencias histéricas diciéndole a los militares que 'ya hemos acabado la mitad de las FARC, ahora vamos por la otra mitad', en cuento que ni él mismo se cree. ¿Por qué odia tanto a las FARC? ¿Por qué su obsesión por esta organización guerrillera? ¿Qué aqueja al mandatario colombiano que se manifiesta obsesivo-compulsivo con las FARC? Sin embargo, cuando producto de su política de guerra -ordenada por los gringos- quienes caen son miembros de la clase política colombiana, no asume la responsabilidad, como correspondería a un verdadero estadista, o como hacen los colombianos comunes y corrientes todos los días en ejercicio de sus actividades cotidianas. Pero en cambio vemos en el diario El Tiempo declarando que ¡Colombia está de luto!, como si no lo estuviéramos desde 1948, o ¿será que para El Tiempo los muertos que cuentan son los de los oligarcas?
Ahora trata de reivindicar la muerte de los diputados como un triunfo suyo al culpar a las FARC de ello. ¿Hasta cuándo persistirá la oligarquía y los gobernantes de turno con sus políticas de guerra contra el pueblo? ¿O será necesario que la guerra en Colombia toque a la cúpula de la clase polític
a, a los empresarios, a la cúpula militar, es decir, a oligarquía colombiana, para que la guerra sea considerada, para que comience en serio a dialogar una salida política al conflicto interno colombiano y alcanzar la paz?
Los militares colombianos no asumen su responsabilidad cuando sus planes fracasan. Cínica y contradictorias las declaraciones del general Freddy Padilla. Basta darse una pasadita por la página de las fuerzas militares colombianas para ver la magnitud del operativo que desarrollan en la zona de influencia del Comando Conjunto de Occidente. Recordemos la masacre de civiles cuando el Palacio de Justicia. Allí, todavía hoy tratan de esconder sus crímenes. Desde 1964 las fuerzas militares colombianas masacran a la población civil en aplicación de la pro gringa Doctrina de Seguridad Nacional, pretendiendo secarle el agua al pez. Esta aplicación nefasta ha producido casi 100 mil muertos, civiles inocentes, inermes, y un contubernio impúdico de las fuerzas militares con las bandas narcotraficantes, llamadas narco-paramilitares. Ninguno de los medios de comunicación ha manifestado horror por esto. Claro ¡es que los muertos son del pueblo! Desde Virgilio Barco (1986-1990) hasta Uribe Vélez se han perpetrado 3.726 masacres. En ese mismo período han desaparecido 6.525 colombianos (secuestrados, torturados y ejecutados sin contemplaciones); ejecutado extrajudicialmente (no en masacres, sino casos individuales) 28.245 colombianos y se han desplazado forzosamente (casos denunciados y silenciosos) 5.440.000 colombianos.
Exterminaron la Unión Patriótica (5.000 líderes), partido de izquierda fundado cuando los acuerdos de la Uribe entre las FARC y el gobierno de Belisario Betancourt. Han asesinado 4.500 líderes sindicales para favorecer a las multinacionales e imponer el neoliberalismo.
¿Quién responde por estos crímenes? ¿Los militares? ¡No! ¿Los gobernantes de turno? ¡No! ¿Quién se duele de ellos? ¿Los medios de comunicación oligárquicos? ¡No! Porque como dicen los médicos, el dolor más fácil de soportar es el dolor ajeno. Es el pueblo que los llora.
Las FARC no aplican el terror ni individual ni colectivamente. Es necesario que la comunidad internacional analice la calificación de las FARC como una organización terrorista. Su inclusión en esta lista fue hecha por presión del primer estado terrorista del mundo, Estados Unidos. Y ello no se compadece con la realidad. Los hechos de las FARC son serios y están al escrutinio de todo el mundo. Nacen en 1964 como respuesta a la violencia desatada desde el estado colombiano en aplicación del Plan LASO, similar al Plan Colombia y desde entonces su primera bandera es la paz entre los colombianos. Su seriedad respecto del Intercambio Humanitario o Canje de Prisioneros de Guerra, ha sido clara, diáfana, categórica. En un país en guerra -guerra del Estado contra el pueblo-, el pueblo desarrolla sus formas de resistencia -entre ellas la guerrilla de las FARC- y en esa guerra fratricida e impuesta hay y habrá muertos de parte y parte. Esa es la dolorosísima realidad. En esa guerra contra el pueblo el poder ejecutivo ordena la guerra todos los días, el poder legislativo legisla y crea impuestos para la guerra y el judicial penaliza y desaparece el delito político. El estado pretende continuar aplicando sus doctrinas de guerra para ellos continuar gobernando y aplicando políticas que sólo favorecen sus intereses (ver el estado en que viven las comunidades en Colombia: indigencia, pobreza, miseria, falta de salud, de educación, servicios públicos), en tanto la oligarquía se enriquece. Durante los tres primeros años de la administración de Uribe, los dos grandes
oligarcas de Colombia, Julio Mario Santodomingo y Luis Carlos Sarmiento Angulo, triplicaron sus fortunas. El pueblo, por su parte, desarrolla sus formas de resistencia, incluida la creación de formas armadas, las guerrillas. Las FARC tienen un programa que establece como su objetivo la toma del poder y una estructura de mando que responde a las orientaciones del Secretariado Nacional. No son un grupo terrorista porque no aplica el terror ni individual ni colectivamente. Si lo aplicara hubiera matado quién sabe a cuántos politiqueros tradicionales que han orientado la masacre de la oposición y de los luchadores populares a través de los militares-narco paramilitares. Si las FARC fueran terroristas, tengan la seguridad, la oligarquía ya hubiera sentido en su carne la mordedura del plomo de la insurgencia. Pero fiel a sus principios marxistas-leninistas, las FARC condenan el terror como forma de accionar político-militar y no lo aplica contra la oligarquía. Sus acciones van dirigidas a golpear a las fuerzas militares-narco paramilitares y obligados por las circunstancias de la guerra, en ocasiones captura a miembros de la clase política. Pero, hay que tenerlo siempre presente, no es su principal forma de accionar. Si antes de la muerte de los diputados, el intercambio o canje era una necesidad en la vida colombiana, ahora deviene en imperiosa. El presidente colombiano no puede seguir jugando con la vida de los prisioneros. Ya lo han dicho muchos países de la comunidad internacional. La exigencia del intercambio es una injerencia beneficiosa para la paz en Colombia, que contrariará los planes guerreristas de EUA que pretende mediante dichos planes apoderarse de todas nuestras riquezas naturales con el mínimo esfuerzo (el Plan Colombia lo sufraga Colombia en un 93,5%) y lesionará lógicamente los intereses de otros países especialmente los europeos. Es fundamental el reconocimiento de las FARC como fuerza beligerante, como bien señala la propia organización insurgente.
¡Patria, socialismo o muerte!