3 ene. 2007

¡POBRECITO MÉJICO! Tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos


Texas, con un territorio más grande que Francia, siempre había pertenecido, desde la llegada de los conquistadores, a la corona española, luego a México independiente. Las autoridades coloniales mantenían un control relativo gracias a la accióncombinada de guarniciones militares y de misioneros católicos.Desde el siglo XVIII, familias españolas se habían instalado en Texas. Pero hacia 1817, un proceso de infiltración -"inmigración clandestina" como se diría hoy en día, comenzó a desarrollarse. Así, norteamericanos, alemanes, polacos, incluso oficiales y soldados del ejército de Napoleón fueron expulsados por las autoridades después de incidentes con la población española católica. Las verdaderas dificultades comenzaron, cuando 300 familias anglosajonas fueron autorizadas por el Congreso mexicano, a establecerse en 30 mil hectáreas de tierras asignadas gratuitamente e introdujeron la esclavitud, que había sido abolida en México, pero el gobierno aceptó hacer una excepción, autorizando la instalación de los nuevos colonos. En diciembre de 1826, el aventurero Hayden Edwards proclamó la "República Libre de Fredonia", que fue rápidamente aniquilada por el ejército mexicano.
Otro intento independentista también fracasó al año siguiente.
Sugestivamente comenzaron a aparecer en varios Estados de la Unión, algunas publicaciones que denunciaban a México como culpable por haberse "apoderado" de Texas. En 1835, cuando fue proclamada una nueva constitución -que será el origen de un conflicto entre federalistas y centralistas- el colono yanqui Stephan Austin proclamó la independencia de Texas. Los Estados Unidos aprovecharon entonces la ocasión, la cual favorecía sus anhelos expansionistas, enviando barcos cargados de armas desde Nueva Orleáns. México quiso por su parte hacer respetar su soberanía y envió al célebre general Santanna. Luego de algunas batallas victoriosas ganadas por el ejército mexicano en San Patricio, Encinal del Perdido y El Álamo -que los periódicos presentaron a la opinión pública de Estados Unidos como la derrota de una causa sublime- Santanna fue vencido el 21 de abril en San Jacinto. Prisionero, fue obligado a firmar un tratado en Puesto Velasco el 14 de mayo de 1836, en el cual quedaba convenido que los mexicanos se retirarían de Texas sobre la otra ribera del Río Bravo. El acuerdo preveía que "todas las propiedades particulares, incluyendo los caballos y los esclavos negros en manos del ejército mexicano o pasados a su bando, serían entregados al comandante de las fuerzas tejanas". Las tropas tejanas estaban mejor equipadas e impusieron un acuerdo que doce años más tarde iba a jugar un papel mayor en el proceso de descuartizamiento de México. El apoyo norteamericano a los aventureros tejanos fue confirmado en los años cuarenta por el propio presidente Ojón Tyler, quien declaró en relación a la secesión de Texas: "La sola probabilidad de que pueda abolirse la esclavitud sobre tierras vecinas, ha de ser motivo suficiente para que procedamos a anexarlas". En 1845 Texas ingresó a la Unión como estado esclavista.
La consigna durante la campaña electoral llevada a cabo por James Polk, (presidente de EE.UU. entre 1846 y 1850) y sucesor de Tyler había sido: "Anexión de Texas o la muerte". Una vez consumada la anexión de Texas, el paso siguiente consistió en apoderarse de dos otras grandes provincias mexicanas: Nuevo México y California. Texas, la ex provincia mexicana, apoyada por el gobierno de los EE.UU., empezó a reclamar ciertos territorios que siempre habían pertenecido a México.
Luego, una vez que Texas fue anexado por la Unión (1845), fue el propio gobierno norteamericano el que provocó y emprendió la guerra de conquista. California -en cuyo suelo pronto se descubrirían ricas extensiones de minerales auríferos-, disponía de una población poco numerosa.
Primero, una expedición "científica" armada enviada por el presidente Polk, y en enero de 1843 el desembarco de tropas al mando de un oficial de la marina yanqui, quien ocupó "por error" el puerto mexicano de Monterrey en California, debiendo reembarcar ante la determinación de las autoridades mexicanas. El pretexto esgrimido por EE.UU. que desencadenó la guerra, fue el enfrentamiento ocurrido en la aldea mexicana de "Carricitos", entre tropas yanquis con una patrulla del ejército mexicano. Polk anunció días más tarde en el Congreso, que México había invadido el territorio de los EE.UU., derramando sangre norteamericana. La guerra fue entonces declarada y sólo algunas voces eminentes se levantaron para condenar. Entre ellas, la de Abraham Lincoln, representante de Illinois: "Sospecho que el presidente está profundamente convencido de hallarse en un lado incorrecto, que siente que la sangre de esta guerra, como la de Abel, clama desde la tierra contra él". El 4 de julio, cuando ya las hostilidades habían comenzado, un grupo de aventureros yanquis proclamaron oportunamente la República del Oso de California, que tuvo sin embargo una vida efímera. Las tropas invasoras desembarcaron en Veracruz y luego de duros combates ocuparon Ciudad de México en septiembre de 1847. Una larga lista de batallas jalona esta guerra de conquista: Palo Alto, Monterrey, Angostura, Veracruz, Cerro Gordo, Padierna y Chapultepec. El pueblo de Ciudad de México realizó manifestaciones contra el ocupante y las revueltas populares obligaron a las tropas norteamericanas a evacuar la ciudad.
Al mismo tiempo, decenas de soldados irlandeses del batallón San Patrick desertaban rehusando continuar combatiendo contra un pueblo católico.
Eran pobres y miserables que habían huido del hambre que azotaba a su país y habían sido enrolados para ir a combatir a los "bárbaros mexicanos".
Treinta y dos fueron colgados por deserción en la capital azteca. Las hostilidades duraron hasta 1848, fecha en la que México debió firmar el Tratado de Guadalupe Hidalgo. En diez años, México había sido amputado de la mitad de su territorio. En los años siguientes, el oro de California, seguido de la explotación del petróleo y del gas en Texas contribuirían en gran medida al desarrollo de los Estados Unidos. Pero una de las consecuencias más importantes, será el secular resentimiento y rencor de los mexicanos ante esta expoliación que marcó de manera indeleble las relaciones entre los dos países. El sentimiento antiyanqui, nació con fuerza en estas tierras mexicanas usurpadas. A un presidente mexicano le gustaba repetir un antiguo refrán impregnado de fatalismo, que traduce la particular situación geográfica de su país, fuente de desgracia para su pueblo: "Tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos". Javier Peña